Nuestras vacaciones se iniciaron en Saint Loubès, pueblito cerca de Bordeaux, próximo al Atlántico y Bassin de Arcachon. Fuimos acogidos por la familia Bonnet, padres de Pauline (pareja de Yvan, el cual es amigo de infancia, de la época del collège de la Reynerie, allá por 1982...)





Dune du Pyla y Atlántico...


Paseo por el Bassin de Arcachon. Hicimos un recorrido en bote espectacular.

Pequeña ciudad medievaldel Périgord Noir, en Dordogne, llamado Sarlat
Montignac, pueblo cercano a la gruta de Lascaux donde pudimos apreciar la pintura prehistórica de los magdalenianos.


Paseando por el borde de la Dordogne...


Parque de la prehistoria: aprendí que los magdalenianos (hombres de la prehistoria de por estas tierras) no vivían en cuevas, sino que en tiendas; cómo hacían el fuego (usaban la masquarite y un champiñon) e incluso nos enseñaron a lanzar flechas con un propulsor. Lo preferido de los niños fue la sesión de pintura de la prehistoria y la de Yvan y Pablo, el lanzamiento con propulsor...




Como no todo era caminar y subir cerros, tambien pudimos disfrutar de la piscina municipal de un pueblito perdido en los Pirineos....


Les presentamos nuestro "viaje por el sendero cátaro". Logramos visitar tres castillos: Montségur, Puilaurens y Puivert.
Montségur es un sitio de peregrinación para cualquiera que se interese a la historia de los cátaros, a la búsqueda del santo grial o simplemente al pasado de la occitanie (el sur de Francia no era francés....fue conquistado por los franceses). Está en ruinas, pero es verdad que está cargado de historia. En este castillo estuvieron sitiados por años cátaros, resistiendo al invasor (los franceses enviados por el Papa. Finalmente fueron vencidos y prefierieron morir en la hogera que renunciar a su fé.

Esta es la entrada de la grotte de Niaux. Allí se encuentran pinturas de la época de los Magdalelianos, cuyos motivos son animales y sólo de color negro. Había que caminar 800 metros para llegar a la sala de las pinturas, todo a escuras y alumbrándose con lámparas. Los dibujos eran tan reales y precisos que costaba pensar que databan de la prehistoria...


Finalmente llegó el momento de la partida e Yvan nos fue a dejar a la gare Matabiau. Regresamos a París con la sensación de haber tenido una suerte immensa, mientras yo leía un polard de Donna Leone y los niños y Pablo jugaban al Quoridor (ya les enseñaremos a jugar, al igual que al Carcassonne...).